«La calle de las mentiras» de Miguel de Lys — El invierno que leí el libro de un youtuber

Estos días en los que la gente actúa como pollo sin cabeza a causa del pánico desatado por un virus que se ha expandido desde tierras chinas es un buen momento para quedarse en casa y aprovechar para ponerse al día con algunas lecturas, en lugar de salir de fiesta, a manifestarse, a un mitin político o a decir por la tele que no hay ninguna emergencia, como hacen muchas personas irresponsables de pensamientos muy distintos pero igualmente cegadas por sus fanatismos o sus irresponsabilidades.

Por cierto, si estás leyendo esto en el futuro y te he hecho recordar aquellos primeros meses de 2020, cuéntame cómo lo viviste. ¿En tu entorno la gente actuaba con cabeza o fueron unos alarmistas? A lo mejor tendrías que elegir mejor tus compañías.

Sea como fuere, he aprovechado para terminar una novela que había empezado allá por navidades y que tenía como lectura casual para leer unas pocas páginas cada noche antes de dormir. Durante unos días lo dejé aparcado, pero ya lo he terminado.

No quiero destriparlo, así que no habrá spoilers, aunque a estas alturas intuyo que todo el que lea esta entrada ya habrá leído este libro. Así que tómate esto como un recordatorio de uno de esos libros que, sí, lo ha escrito un youtuber, pero también lo ha escrito un periodista, un friki de la historia y de la literatura, un políglota, un metalero y un tipo que, en particular, me cae simpático y me hace mucha gracia su forma de hablar, pues introduce chistes que ya te esperas y aun así me hace reír. Eso y que es uno de los poquísimos youtubers que responde las tonterías que le dedico por redes sociales.

El caso es que en cuanto supe que Miguel había escrito un libro, lo apunté en mi lista y me alegro mucho de haberlo leído. No solo porque la historia es un tema que me interesa y que nunca se me ha dado demasiado bien, sino porque la Segunda Guerra Mundial es un conflicto explotadísimo por la cultura popular. Creo que hay un libro, película, cómic, videojuego o lo que sea relacionado con la segunda gran guerra por cada bomba que estalló en el conflicto, y quizá me esté quedando corto.

Respecto a obras ambientadas en ese hecho histórico y que mantengan un tono humorístico conozco muy pocas. Parece una gilipollez, pero no es fácil hacer chistes o crear situaciones cómicas en ese escenario. El nacionalsocialismo es una de las ideologías más condenables de la historia, sus enemigos tampoco eran ningunos angelitos, y mientras odiar a los nazis es muy fácil, reírse de ellos sin caer en frivolidades es más complicado que encontrar una neurona en la cabeza de los tíos noruegos que intentaron robar la puerta original del memorial de Dachau, cerca de Múnich, en la que decía arbeit macht frei (el trabajo os hará libres). Disculpad, el verano pasado estuve en Baviera y recomiendo encarecidamente la visita al memorial.

Lo cual me lleva de vuelta al tema de la concepción del nazismo en la actualidad. Hoy en día hay quien llama «nazi» a cualquiera que piense diferente o que tenga una actitud férrea o exigente. En serio, he oído decir a personas bastante…, ¿cómo decirlo? Peculiares. He oído a personas bastante peculiares decir que tal profesor suyo era muy nazi porque le obligaba que esforzarse mínimamente para aprobar su asignatura, que tal jefe era un nazi porque no toleraba la impuntualidad injustificada, y una simple búsqueda por internet conduce a encontrar comentarios muy patéticos. Si esas personas supieran algo más de historia, quizá no hablarían tan a la ligera. Lejos de dejar en mal lugar esa nefasta ideología, con su desinformación consiguen restarle importancia a lo que hicieron los seguidores de Hitler o Mussolini y relativizar la exaltación del nacionalsocialismo, hasta tal punto que la palabra «nazi» está perdiendo su significado hoy en día por culpa de personas que la utilizan como palabra comodín, sobre todo por parte de personas más interesadas en decir que una cosa está mal que en explicar por qué dicha cosa está mal.

Por eso considero que la documentación previa a la creación de una obra como esta es vital, para no caer en frivolidades o torpezas, errores históricos o mentiras como que no hubo dictadores más sanguinarios que el austriaco del bigotito. En definitiva, que dejemos las mentiras para los personajes como los vecinos de la calle Alder.

Moralinas aparte, se nota el trabajo de investigación realizado por Miguel de Lys, pero tampoco es una obra densa que comete el error de ser demasiado inaccesible para el gran público. La calle de las mentiras no es una obra complicada de leer. Al contrario, es amena, es esperanzadora, divertida, triste, trágica e incluso terrorífica, todo a la vez. Si tuviera que quedarme con un solo adjetivo diría que es satírica.

A fin de cuentas, el conflicto afectó a miles de personas que no estaban de acuerdo con la guerra, como queda reflejado por los habitantes de la calle Alder, en un pueblo del sur de Alemania. Todos ellos se mienten unos a otros para que parezca que están de acuerdo con el régimen nazi, y a la vez todos esconden refugiados en sus sótanos. Contiene aventuras de muchos tipos, tensión y lo más importante: humanidad. Y es ahí donde radica su genialidad, en mi opinión. Consigue que lo que le pase a todos y cada uno de los personajes te importe, en lugar de presentar a personajes simples en un marco vacío y soso donde los nazis son todo maldad y las víctimas todo pulcritud. Es un tratamiento que me parece muy original, a pesar de que no es del todo una novedad. Corre a por tu sello de aprobación popular, tarugo.

Con tantas obras sobre el conflicto, es difícil que una nueva llegue a destacar. Este libro, sin embargo, aparte de lo que ya he comentado, destaca por satirizar el nazismo mediante los actos y pensamientos de los vecinos del pueblo, deja espacio para criticar otros países e ideologías, presenta una historia que podría haber ocurrido perfectamente y la humanidad de sus personajes coronan la novela. Tal como El Gran Dictador de Chaplin o La vida es bella de Benigni, es difícil no terminar con buen sabor de boca tras caer el telón.

Hace unos años, en un largo trayecto en tren, leí La traidora de Gudrun Pausewang, acerca de la amistad entre una niña alemana y un ciudadano ruso en los últimos años de la guerra. A pesar de su final trágico y desgarrador, es una buena lectura para esos días que parecen no acabar nunca y una historia conmovedora sobre la amistad. De igual manera, La calle de las mentiras transmite esa misma sensación cálida en las últimas páginas, después de muchas situaciones desternillantes que nos preparan para un final esperado, pero que aún así quieres que llegue.

Esta obra consigue ser graciosa sin ser frívola, ser crítica sin recurrir a sermones, entretener sin aburrir pero que se disfruta en pequeñas dosis. Con ella se puede aprender historia sin dejar de ser una lectura ligera y amena, se pueden aprender valores y abrir un poco la mente. Entender que hubo quienes creyeron que estaban haciendo algo bueno, quienes fueron cegados por el nacionalismo y la propaganda, quienes siguen hoy en día defendiendo a países y figuras políticas, que si hubieran vivido en esa época seguramente habrían muerto en una guerra por haber defendido a un megalómano que no los conocía ni les importaba.

En fin, voy a cerrar esta entrada ya, porque estoy empezando a sermonear.

Si te gusta la historia y las sátiras, te recomiendo este libro. Es muy barato y te hará disfrutar durante muchas horas. Yo lo compré por 3 euros en formato digital, el papel higiénico es más caro, que lo sepas.

Si conoces a alguien que siga pensando que los nazis no eran tan malos o que te llama «nazi» cada vez que no estás de acuerdo con lo que dice, recomiéndale este libro. Tal vez entienda mejor el contexto y abandone ese hábito propio de encefalogramas planos.

Y si tienes un refugiado en el sótano de tu casa porque ha estallado un régimen totalitario en tu país o porque se ha sucumbido ante el alarmismo provocado por el coronavirus, pues regálaselo, junto con muchas otras lecturas porque nunca se sabe cuándo va a terminar una plaga.

Muchas gracias por llegar hasta aquí y si te ha gustado, puedes compartir mi blog o qué sé yo, haz lo que sea, pero con cabeza. Ir a comprar montones de papel higiénico no te va a ayudar en nada. Que el coronavirus no provoca cagalera.

Gracias y hasta otra entrada.

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